Por María Rosa Beltramo
Sorjonen tiene paisajes que uno quiere conocer; el verdor rutilante de sus bosques salpicados de lagos y ríos, carreteras perfectas e interminables y ciudades modernas. En medio de esa escenografía, sacada de un catálogo de turismo, se desarrollan historias más o menos truculentas estructuradas en torno de esos delitos característicos del siglo: trata, narcotráfico, lavado de dinero. La lengua de la serie es extraña a nuestros oídos porque los personajes sufren, aman, discuten y se amigan en finés. Acostumbrarse a esa sonoridad puede llevar unos pocos minutos y, a cambio, es posible acceder a un mundo atractivo y desconocido.
Es que Netflix ya nos había regalado producciones de Suecia, Noruega, Dinamarca y hasta de la diminuta Islandia , pero nos debía una realización de Finlandia. Y llegó Sorjonen, Kari, para los amigos, el investigador que además de regalarle el nombre a la serie, es el que hace la diferencia y le dibuja, con sus particulares trazos , un destino más ambicioso a un policial clásico.
El autor es Miikko Oikkonen, un escritor del que en esta parte del mundo se conoce la novela Ninfas. De las varias buenas cosas que hay que reconocerle, la principal es el esmero que puso para que no sea fácil olvidar al detective de la Unidad de Crímenes Especiales que emigra de la cosmopolita Helsinki hacia la pequeña localidad de Lappeenranta, en procura de una vida familiar más plena, con su esposa en pleno combate contra un tumor cerebral y su hija adolescente.
Nadie espera que el pueblito que florece en medio de un bosque de cuento de hadas, en la frontera entre Finlandia y Rusia, sea el paraíso con el que Kari, Pauliina y Janina fantasean pero tampoco que la cantidad y frecuencia delictiva hagan que la familia termine extrañando a la convulsionada capital.
Lappeenranta, al igual que la Ystad de Henning Mankell o la Fjällbacka, de Camilla Läckberg es un lugar pequeño, pintoresco y, en apariencias, tranquilo. ¿Para qué necesitarían a un experto en crímenes mayores en esa geografía exuberante y bucólica? Sin embargo, mucho antes de que los Sorjonen terminen de acomodar la última caja de la mudanza, el espectador ya sabe que ni él ni el policía se van a aburrir.
La cercanía con San Petersburgo, cierta miopía de las autoridades para advertir la importancia del tráfico fronterizo y el valor estratégico de una ciudad que prácticamente tiene el corazón en un país y la cabeza en otro, auguran mucha acción y, por supuesto, al frente del equipo que tendrá que restablecer el orden, dar caza a los culpables y conseguir que la justicia triunfe, está el actor Ville Virtanen en los zapatos de Kari Sorjonen.
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Lo de los zapatos es una forma de hablar porque, justamente, la parte sustancial del método de investigación del policía incluye quitárselos, desplegar fotos y apuntes de víctimas y sospechosos, colocarse en el centro y frotarse las sienes como si el masaje ayudara a establecer las conexiones de las que, inexorablemente, surgirá alguna solución.
Si es verdad que todos los investigadores tienen algo de la inteligencia de Sherlock Holmes y la ética de Philip Marlowe, hay que admitir que entre los modelos más contemporáneos es muy probable que Sorjonen se haya inspirado en el Robert “Bobby” Goren con el que Vicent d’Onofrio sigue maravillando en las viejas ediciones de Law and Order, criminal intent.
Histriónico, cautivador , sorprendente, Bobby, suele atacar el silencio obstinado de un testigo inclinándose inesperadamente para susurrarle al oído o desparramar la evidencia frente a un acusado. Nunca se supo con certeza si el modo de ser del policía neoyorquino surgió de la pluma de Dick Wolf o de la inspiración de D’Onofrio, pero parece claro que Miikko Oikkonen elaboró el perfil de su héroe con muchos de los gestos del grandote que hacía pareja con Kathryn Erbe.
El finés, sin embargo, es un hombre feliz y enamorado, a diferencia del modelo que probablemente lo inspiró, un solitario que vive bajo la larga sombra de una madre y un hermano esquizofrénicos. El personaje concilia además una inteligencia abrumadora para esclarecer hechos intrincados, con la ingenuidad de un niño que se deja guiar, en ocasiones, por la esposa y la hija.
En el haber de Sorjonen figura un elenco impecable en el que sobresale Anu Sinisalo como Lena Jakkoola, habituada a trabajar encubierta y capaz de mimetizarse con la mafia rusa y beber como un cosaco sin perder la sobriedad ni la puntería